martes, 16 de abril de 2013

Dragados y construcciones


 "Dragados" es una palabra curiosa. Podríamos delirar largamente sobre esta palabra. Suena a banda de rock, a dragones o a víctimas de algo. Pero no escribo aquí por esto, o eso creía, sino porque acabo de leer "Dragados y construcciones", un título genial para un poemario de Adolfo Cueto. Que he leído con atención, aunque sólo sea porque es el primer libro español reciente que cae en mis manos en los últimos meses (remotidad trinitaria).

 Y pronto, a medida que iba subrayando o garabateando el libro, me he dado cuenta de hasta qué punto uno -o al menos el uno que yo soy- lee para encontrar lo que le gusta. Parece obvio, pero no lo es tanto porque, por ejemplo, eso significa que no valoras -o al menos no valoro- un libro por sí mismo, sino por la cercanía que sienta hacia él. Debe ser que me hago viejo y, como en las chicas, uno -o al menos etc.- asume que no va a poder culeárselas a todas, y que es mejor profundizar en un solo camino, que es el propio. Aunque a veces da pena dejar atrás el posible disfrute de Juanrramones o de Ramonas de atractivos diferentes.

 Así que hablar de un libro, de este libro, es en realidad hablar de lo que a mí me gusta, y lo que me gusta es:

- Las iluminaciones que de repente nacen de una imagen (que la esperanza sea un murmullo de insectos aturdiéndote, que el dolor se retuerza en ti como un papel quemado, que el fuego de dos lenguas enroscándose "arroje nuestras sombras / a la pared del fondo", que la tierra por la que mataron los devore a todos) o de un juego de palabras ("que nos parta un rayo / de placer", que "mientras sé, saboreo / todo tu cuerpo mortal", que sea "de pronto tan tarde").

- El ritmo, me encanta el ritmo en los poemas, que juegue con mis pulsaciones, que me haga sentir más allá de las palabras. Me encantó que el ritmo del poema "Azca" me vaya perdiendo ("Te trabaja despacio, sin piedad, qué creías, / ni tampoco violencia") para luego, de repente, dejarme solo donde "no hay nadie, / nada. Sólo estos rascacielos".

- Necesito que me confundan, pero no de forma arbitraria, sino sembrando algunas piezas que yo pueda unir, aunque luego sea yo el arbitrario. La verdad, no me gusta que en algunos poemas del libro se describa una emoción definida, que incluso se nombra (el miedo, el dolor, la decepción...), sino que me gusta cuando yo mismo no sé qué sentir, pero de hecho siento.

Y cierro con el que, quizás por esto mismo, es uno de mis poemas preferidos del libro:

    CIBERMÍSTICO ESTÁIS

 El rumor, mientras duermes,
 que arrastra la ciudad, su maquinaria
 perfecta: los cables subterráneos
 que trepan por las paredes, las ondas, las antenas,
 que llegan hasta dónde; un sueño de azoteas
 sin muros ni crepúsculo; pantallas
 encendidas, mensajes repitiéndose
 del cero al infinito; el tiempo escaneando
 tu nombre de repente; guarismos, cifras,
 aire: las luces fluorescentes
 diurnas, en la noche.

1 comentario:

  1. Sobra el art. 'las' delante de 'paredes', Guillermo. Gracias por tu lectura y palabras,

    AC

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