miércoles, 30 de marzo de 2016

Poesía colombiana joven (o escrita por jóvenes)


Durante las últimas semanas, he estado explorando la poesía joven colombiana, la de aquellos menores de 35 años (es decir, nacidos a partir de 1980). 

Tras leer algunas muestras de, al menos, un centenar de poetas, pienso que su principal característica es la vaguedad. En dos sentidos: la vaguedad en los términos (esa preferencia por la “sombra”, el “alma”, la “ausencia”, y “la ausencia de la sombra del alma”, que les hace sonar tan viejos); y, sobre todo, en el sentido de que son vagos. Quiero decir: no hay suficiente curiosidad, trabajo con el lenguaje, deseo de seguir un camino propio. Hay, en la mayoría de los casos, una inercia acrítica de repetir modelos ya conocidos (que, además, en su mayor parte son exclusivamente locales, y no precisamente los más interesantes). Y, en esto, no se diferencian los “asombrados del alma” y los neo-neo- nadaístas. 

La verdad, uno oye y lee constantemente que la poesía colombiana es conservadora. Y uno pensaría que, al menos entre los jóvenes, esto no sería tan así. Pero sí, lo siento, al menos entre las obras más difundidas. Nada que ver con las experimentaciones de los jóvenes argentinos, chilenos, mexicanos, etc. Experimentaciones que serán más o menos valiosas, según los casos, pero que, al menos, dan una sensación de movimiento activo, de búsqueda.

Dicho esto, paso a una tarea mucho más gratificantes: el rescate de voces que valen la pena. Con la falibilidad propia de toda selección, he anotado 9 nombres de los que quiero seguir investigando y escribiendo. De momento, solo los dejaré anotados:

·       - Tres poetas ya consolidados, con obra “bien hecha”, aunque quizás no tan novedosa. Valla pena leerlos por sus hallazgos: Andrea Cote Botero (1981), Fadir Delgado Acosta (1982) y Henry Alexander Gómez (1982).

·      - Tres poetas que proponen algo diferente, al menos en el contexto colombiano. Vale la pena leerlos por su búsqueda: Julio Alberto Balcázar (1984), Kamilo Muñoz Chaves (1985) y, en parte, Fátima Vélez Giraldo (1985).

·       - Un poeta que entronca con la literatura indígena y, en este sentido, tiene algo diferente que aportar: Pedro Ortiz (1988).

·    - Dos jóvenes poetas que, a pesar de su corta edad (o precisamente por ello), tienen propuestas apasionadas con ritmos nuevos: César Cano (1993) y Alexandra Espinosa (1995).

Seguiré en la búsqueda. Se aceptan, siempre, sugerencias.

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