Durante las últimas semanas, he estado explorando la poesía joven colombiana, la de aquellos menores de 35 años (es decir, nacidos a partir de 1980).
Tras leer algunas muestras de, al
menos, un centenar de poetas, pienso que su principal característica es la
vaguedad. En dos sentidos: la vaguedad en los términos (esa preferencia por la
“sombra”, el “alma”, la “ausencia”, y “la ausencia de la sombra del alma”, que
les hace sonar tan viejos); y, sobre todo, en el sentido de que son vagos.
Quiero decir: no hay suficiente curiosidad, trabajo con el lenguaje, deseo de
seguir un camino propio. Hay, en la mayoría de los casos, una inercia acrítica
de repetir modelos ya conocidos (que, además, en su mayor parte son
exclusivamente locales, y no precisamente los más interesantes). Y, en esto, no
se diferencian los “asombrados del alma” y los neo-neo- nadaístas.
La verdad, uno oye y lee
constantemente que la poesía colombiana es conservadora. Y uno pensaría que, al
menos entre los jóvenes, esto no sería tan así. Pero sí, lo siento, al menos entre
las obras más difundidas. Nada que ver con las experimentaciones de los jóvenes
argentinos, chilenos, mexicanos, etc. Experimentaciones que serán más o menos
valiosas, según los casos, pero que, al menos, dan una sensación de movimiento
activo, de búsqueda.
Dicho esto, paso a una tarea mucho más
gratificantes: el rescate de voces que valen la pena. Con la falibilidad propia
de toda selección, he anotado 9 nombres de los que quiero seguir investigando y
escribiendo. De momento, solo los dejaré anotados:
· - Tres
poetas ya consolidados, con obra “bien hecha”, aunque quizás no tan novedosa. Valla pena leerlos por sus hallazgos: Andrea
Cote Botero (1981), Fadir Delgado
Acosta (1982) y Henry Alexander
Gómez (1982).
· - Tres
poetas que proponen algo diferente, al menos en el contexto colombiano. Vale la
pena leerlos por su búsqueda: Julio
Alberto Balcázar (1984), Kamilo
Muñoz Chaves (1985) y, en parte, Fátima
Vélez Giraldo (1985).
· - Un
poeta que entronca con la literatura indígena y, en este sentido, tiene algo diferente
que aportar: Pedro Ortiz (1988).
· - Dos
jóvenes poetas que, a pesar de su corta edad (o precisamente por ello), tienen
propuestas apasionadas con ritmos nuevos: César
Cano (1993) y Alexandra Espinosa
(1995).
Seguiré en la búsqueda. Se aceptan,
siempre, sugerencias.