Variante I:
La sombra
de mi alma
en los espejos
revela la inasible eternidad de las ausencias.
Variante II:
Camino por la calle
como caminan los recuerdos de la infancia por mi mente,
mi abuela y su bandeja paisa, mi paisita encontrada en unas vacaciones en Melgar,
los cigarros a medio fumar, los ceniceros llenos de esperanzas.
Variante III (versión masculina):
Hijueputa marica te digo con Rodrigo porque yo
que niego que no creo en nada y que soy más ísta que una porrista
con mi semen en su boca y en su culo una botella
de aguardiente y de eterna ausencia.
Variante III (versión femenina):
La angustia entre mis piernas,
la sangre de mi útero que se niega a ser madre,
mis pechos amenazantes como una bandeja paisa con doble chicharrón.
Y tú, ¿de quién eres?
viernes, 1 de abril de 2016
Poesía colombiana joven II: Nacer muerto
Llega a mis manos una de las últimas antologías de poesía colombiana joven: Posdata de poesía colombiana, a cargo de Iván Trejo.
Y uno empieza a entender mejor. Más allá de los nombres seleccionados (algunos pocos rescatables, la mayoría prescindibles), lo que me inquieta profundamente es la concepción estética del antólogo (y, por extensión, de muchos de los poetas). En los dos párrafos con los que zanja la cuestión, Iván Trejo avisa de que "la poesía ha comenzado a mutar sus formas, hay una preocupación muy grande en los novísimos de amalgamar la poesía con otras disciplinas, innovar y proponer una visión distinta". Suena bien, ¿verdad? Pues, sorpresa, resulta que nuestro querido antólogo parece entender lo anterior como algo negativo: "Todo esto es maravilloso, salvo que en la gran mayoría de los casos, se pondera la forma, el cómo decir, sin recordar que se debe tener algo importante que decir". ¿En serio? ¿Todavía estamos en una concepción temática de la poesía? Yo pensaba que ya teníamos claro que los temas siempre se repiten, y que lo que cambia es la forma de expresarlos. Es más, que la forma de expresión es, exagerando un poco, el mayor tema de la poesía.
Y sigue diciendo: "es por eso que la poesía de los nacidos en los 70 y 80 mantiene esa conversación constante con su tradición, intentan consolidar un lenguaje de alta manufactura hablando de las cosas importantes del ser humano". ¡Toma ya! ¿Alta manufactura? ¿Cosas importantes del ser humano? Por si alguno tenía dudas, copiaré los títulos de algunos de los poemas que siguen (extraídos de varios autores): "Alquimias del olvido", "Distante cercanía", "Ardiente oscuridad", "Los colores de la sed", "Filium patris", "Presente que se acumula", "El fondo, el aire", "Aire oculto", "Poema de madre", "Sonata para que amanezca", etc. Lo que sigue puede ser espeluznante: "cenizas de olvido", "hurto de las tinieblas", "árboles mansos en sus alturas", "el gesto de la eternidad"... Y sí, son poetas nacidos en los años 70 y 80.
"Dialogar con la tradición", no hay duda de que es necesario, imprescindible. Pero se trata de eso, de dialogar, no de reproducirla acríticamente y sin actualizarla. Y, por otro lado, ¿de qué tradición estamos hablando? Nos lo aclara en el siguiente prologuito del libro Juan Manuel Roca, cuando se limita a citar poetas colombianos, como si el territorio de la poesía terminara en la línea fronteriza que demarca el Tribunal de la Haya. ¿En serio no hay más tradición que la local? Al parecer, cuando uno lee a los poetas, no. ¡Viva mi pueblo!
Y sigue diciendo: "es por eso que la poesía de los nacidos en los 70 y 80 mantiene esa conversación constante con su tradición, intentan consolidar un lenguaje de alta manufactura hablando de las cosas importantes del ser humano". ¡Toma ya! ¿Alta manufactura? ¿Cosas importantes del ser humano? Por si alguno tenía dudas, copiaré los títulos de algunos de los poemas que siguen (extraídos de varios autores): "Alquimias del olvido", "Distante cercanía", "Ardiente oscuridad", "Los colores de la sed", "Filium patris", "Presente que se acumula", "El fondo, el aire", "Aire oculto", "Poema de madre", "Sonata para que amanezca", etc. Lo que sigue puede ser espeluznante: "cenizas de olvido", "hurto de las tinieblas", "árboles mansos en sus alturas", "el gesto de la eternidad"... Y sí, son poetas nacidos en los años 70 y 80.
"Dialogar con la tradición", no hay duda de que es necesario, imprescindible. Pero se trata de eso, de dialogar, no de reproducirla acríticamente y sin actualizarla. Y, por otro lado, ¿de qué tradición estamos hablando? Nos lo aclara en el siguiente prologuito del libro Juan Manuel Roca, cuando se limita a citar poetas colombianos, como si el territorio de la poesía terminara en la línea fronteriza que demarca el Tribunal de la Haya. ¿En serio no hay más tradición que la local? Al parecer, cuando uno lee a los poetas, no. ¡Viva mi pueblo!
miércoles, 30 de marzo de 2016
Poesía colombiana joven (o escrita por jóvenes)
Durante las últimas semanas, he estado explorando la poesía joven colombiana, la de aquellos menores de 35 años (es decir, nacidos a partir de 1980).
Tras leer algunas muestras de, al
menos, un centenar de poetas, pienso que su principal característica es la
vaguedad. En dos sentidos: la vaguedad en los términos (esa preferencia por la
“sombra”, el “alma”, la “ausencia”, y “la ausencia de la sombra del alma”, que
les hace sonar tan viejos); y, sobre todo, en el sentido de que son vagos.
Quiero decir: no hay suficiente curiosidad, trabajo con el lenguaje, deseo de
seguir un camino propio. Hay, en la mayoría de los casos, una inercia acrítica
de repetir modelos ya conocidos (que, además, en su mayor parte son
exclusivamente locales, y no precisamente los más interesantes). Y, en esto, no
se diferencian los “asombrados del alma” y los neo-neo- nadaístas.
La verdad, uno oye y lee
constantemente que la poesía colombiana es conservadora. Y uno pensaría que, al
menos entre los jóvenes, esto no sería tan así. Pero sí, lo siento, al menos entre
las obras más difundidas. Nada que ver con las experimentaciones de los jóvenes
argentinos, chilenos, mexicanos, etc. Experimentaciones que serán más o menos
valiosas, según los casos, pero que, al menos, dan una sensación de movimiento
activo, de búsqueda.
Dicho esto, paso a una tarea mucho más
gratificantes: el rescate de voces que valen la pena. Con la falibilidad propia
de toda selección, he anotado 9 nombres de los que quiero seguir investigando y
escribiendo. De momento, solo los dejaré anotados:
· - Tres
poetas ya consolidados, con obra “bien hecha”, aunque quizás no tan novedosa. Valla pena leerlos por sus hallazgos: Andrea
Cote Botero (1981), Fadir Delgado
Acosta (1982) y Henry Alexander
Gómez (1982).
· - Tres
poetas que proponen algo diferente, al menos en el contexto colombiano. Vale la
pena leerlos por su búsqueda: Julio
Alberto Balcázar (1984), Kamilo
Muñoz Chaves (1985) y, en parte, Fátima
Vélez Giraldo (1985).
· - Un
poeta que entronca con la literatura indígena y, en este sentido, tiene algo diferente
que aportar: Pedro Ortiz (1988).
· - Dos
jóvenes poetas que, a pesar de su corta edad (o precisamente por ello), tienen
propuestas apasionadas con ritmos nuevos: César
Cano (1993) y Alexandra Espinosa
(1995).
Seguiré en la búsqueda. Se aceptan,
siempre, sugerencias.
domingo, 20 de marzo de 2016
Y la izquierda era esto
Hay
una famosa frase que dice algo así: “Si a los 20 años no eres de izquierdas, es
que no tienes corazón; si a los 40 sigues siéndolo, es que no tienes cerebro”.
A
mitad de camino entre ambas edades, quizás también entre el predominio del corazón
y el del cerebro, merece la pena replantearse la frase. ¿Será verdad que, a
medida que uno adquiere responsabilidades, va olvidando el deseo de cambiar el
mundo e insertándose más en el sistema que antaño consideraba injusto?
“Ya
somos todo aquello
contra
lo que luchamos a los 20 años”,
escribía
José Emilio Pacheco. El poema suena bien, encaja de forma perfecta con el
esquema conservador y derrotista tan difundido entre los intelectuales. De
alguna manera, sirve para calmarnos, para justificarnos, para hablar de la
izquierda como quien habla de las borracheras a los quince años, ese era yo,
tan bravo. Seguiremos quejándonos de la corrupción y de los partidos
conservadores, eso sí, pero parece que ya no vamos a ser ministros o
barrenderos, así que siempre a la distancia. Aunque si yo fuera…
Tú
eres, y ahora es cuando empieza la izquierda, a los 30 años. No antes, cuando
eras un muchacho sin muchas opciones, ni muchas intenciones tampoco, de incidir
realmente en el rumbo de las historias. A los 20, uno intenta explicarse el
mundo. A los 30, empieza a cambiarlo.
Y
el mundo no se cambia, de algo ha de servir la historia, a través de una
revolución violenta que decapita al anterior líder autoritario y coloca uno
nuevo. Para empezar, el mundo se cambia eliminando la violencia y el autoritarismo
como formas de enfrentamiento o solución de conflictos. Y, para ello, no hay
que esperar a ser miembro de un comité que decide sobre el uso de la guillotina
en el país; empecemos por tratar al compañero como a un compañero, y no como un
competidor; al estudiante como a un aliado, y no como un enemigo a quien
debemos someter; al jefe como a un aliado, y no como un enemigo a quien debemos
someternos.
¿Quieres
luchar contra la corrupción? Buenas noticias: está tan extendida a todos los
niveles que seguro vas a encontrar la oportunidad de enfrentarte. No será por
una comisión millonaria o por una cuenta en las islas Caimán, pero no creas que
tu misión es por ello menos importante: venderte por diez millones de euros, al
fin de cuentas, es más sencillo que venderte por (la posibilidad de) una
inclusión en una antología o (la posibilidad de) una invitación a un congreso.
Claro
que ahora estoy hablando del submundo que más conozco (el de los
profesores-poetas, por abreviar), para subir las ideas a lo concreto. Y es que,
en este contexto (muy dado, por cierto, al eslogan izquierdista), la falta de
honestidad es tan frecuente, y tan aceptada, que nadie se oculta por confesar,
por ejemplo, que “XYZ no es buen poeta, pero hay que incluirlo porque tiene
mucho poder”; o, peor todavía, “XYZ debe ser buen poeta, porque está incluido
en tantas antologías y congresos”. La banalidad del mal: cuando la corrupción
cotidiana se alimenta de la pereza mental.
La
izquierda comienza cuando uno tiene la posibilidad de aplicar sus principios en
la vida cotidiana. Ciertamente, en la vida cotidiana uno puede aplicar sus
principios en todo momento (¿es igualitaria y honesta la relación con la
pareja?, por ejemplo). Y, no menos cierto, los principios de los que
implícitamente estoy hablando no son (o no deberían ser) propiedad exclusiva de
la izquierda. Pero hoy quería hablar de la tradición a la que pertenezco, y del
momento que ahora vivo, de lo concreto. Y concluir, eso es todo, expresando
que, al fin de cuentas, el mundo es maravilloso porque podemos luchar para
cambiarlo.
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