lunes, 11 de marzo de 2013

Chávez desde un país vecino


 Interrumpen la clase para contarme la noticia de la muerte de Chávez. Estamos en la isla de Trinidad, a sólo 11 kilómetros de Venezuela, y la noticia causa mucho impacto. Decido utilizarla como tema de clase, y de repente me encuentro rodeado de furibundos antichavistas. Una estudiante intenta matizar las opiniones de sus compañeros diciendo que en realidad nunca hemos recibido noticias imparciales sobre el recién fallecido, que no conocemos lo suficiente la realidad de Venezuela. Le pregunto cómo es posible, siendo que somos vecinos, y su brillante respuesta lo aclara todo: "en realidad somos más vecinos de Estados Unidos que de Venezuela".

 Pero hay datos objetivamente irrebatibles, señala otro estudiante, convencido de que en Venezuela hay una dictadura, y señalando como prueba el hecho de que el gobierno venezolano haya sacado al ejército a las calles en la noche en que murió su presidente. Un estudiante, sí, de Trinidad y Tobago, donde hace sólo un año se declaró un "estado de emergencia" (con toque de queda incluido) por el cual, y durante cuatro largos meses, los soldados patrullaron en las calles con poderes especiales y derechos constitucionales suprimidos.

 A los pocos días, hablando del tema, una de las muchas venezolanas que viven en Trinidad (en su gran mayoría antichavistas), mostraba su alegría por la muerte de Chávez quien, según ella, todo lo hizo mal en su país, a diferencia de la próspera isla de Trinidad. Unos minutos después, hablando de unas fiebres de su hija, se quejaba con amargura del sistema sanitario trinitense, y respiraba aliviada al decir que al menos puede ir en verano a Venezuela para que el sistema público le haga una buena revisión de salud a toda la familia.

 Abordar el tema de Chávez en una clase de lengua tiene mucho sentido. Cuando rebato la idea, espeluznantemente común, de que Chávez era un dictador, algún estudiante me pregunta si soy chavista. Y yo le respondo: no soy chavista, pero soy lingüista. Y basta ser lingüista para asegurar que en Venezuela no hay una dictadura, sino una democracia (al menos en el sentido en que los países occidentales usan la palabra). Aparte de esta constatación, es difícil tener alguna otra opinión firme, no por falta de información, sino por exceso de información manipulada. Basta con ver la recopilación de portadas de periódicos españoles sobre la noticia (hecha por Público):


  Desde luego, un disparate insultante. En lugar de decir que habrá elecciones en un mes, donde los venezolanos elegirán libremente al nuevo presidente, manipulan los datos para hacernos creer que estamos ante una dictadura. Casi se diría que el más suavecito es "El Mundo", que al menos habla de "campaña electoral" y, por lo tanto, reconoce la existencia de elecciones. Pero los titulares de "La Vanguardia" y de "El País" (de "La Razón" ni hablamos, ya sabemos los monstruos que produce) son especialmente manipuladores y sangrantes. Recuerdo el brillante título de aquel libro de Jorge Riechmann, "El día que dejé de leer El País", de hace ya quince años. No es de extrañar la conexión entre "El País" y el PSOE, dos organismos que han hecho más daño a la izquierda que todos los titulares de "La Razón" y tertulianos de "Intereconomía" juntos.

 Quizás en este caso también sea suficiente la lingüística para asegurar que los cuatro, "La Razón" e "Intereconomía", el PSOE y "El País", no son sino diversas formas de representar la derecha oligárquica.

1 comentario:

  1. Excelente, Guillermo. Me alegra mucho tener puntos de visto desde el otro lado del charco, ya sabes lo sesgada que está aquí la información. Espero que nos sigas ilustrando, ¡un abrazo!

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