domingo, 28 de abril de 2013

Rastas, tierra prometida

Jamaica, 1966. Un buen número de rastas, en una curiosa reinterpretación de la historia, habían decidido que Haile Selassie, rey de Etiopía, era el nuevo Mesías de la humanidad negra. Y Etiopía la tierra prometida, donde algunos llegaban a instalarse. Pero no todos. Y si la isla no va a Haile Selassie, Haile Selassie va a la isla: el 21 de abril de 1966 desciende del cielo este "Dios reencarnado", quien no parece tan decidido a descender del avión, atemorizado ante la presencia de miles de eufóricos jamaicanos. Imaginen la escena: Juan Carlos I llega al aeropuerto de Puerto Rico y descubre que miles de puertorriqueños piensan que él es el Mesías...


Europa, 2012. Un buen número de blanquitos, en una curiosísima reapropiación de una cultura ajena, deciden que Bob Marley sea el profeta de un paraíso que se llama Jamaica, donde llegan a instalarse algunos de ellos. Pero no todos. Y si los blanquitos no van a la isla, la isla va a sus salas de conciertos. En 2012 está previsto que descienda del avión uno de sus representantes, Sizzla Kalonji, muy auténtico él. Hasta que alguien descubre que entre los rasgos de su autenticidad rasta está el promover el asesinato de homosexuales. Oh, sorpresa. De repente urbanitas modernos y progresistas descubren que su idolatrada cultura rasta es, digámoslo así, conservadora, rural y religiosa. Para leer la Biblia, promover el machismo y separar a la gente por su raza digo yo que no hacía falta salir de España...


PS: Aunque ambos "movimientos" tengan en común la curiosa idolatría ciega hacia un personaje y un país lejano y en general totalmente desconocido, hay también enormes diferencias. El movimiento rastafari jamaicano, con todo su sincretismo, es un conjunto de reinterpretaciones originales, con un nuevo sistema de símbolos (no necesariamente formado de símbolos nuevos), que sirvió para dotar de un carácter propio, y de un orgullo, a muchas personas oprimidas y con una historia terrible de sumisión a sus espaldas. Sin embargo, la versión europea posterior es tan sólo una mala copia sin raíces ni contexto ni originalidad alguna. Y, en última instancia, sus objetivos son hasta contrarios: de formar una cultura propia para todo un pueblo marginado se pasa, en Europa, a apropiarse (que no reinventar) una cultura ajena para que cierta minoría elitista se sienta cerradamente distinta a aquellos con quienes comparten una cultura que, a diferencia de los jamaicanos, desprecian sin contribuir a crear, o recrear, ninguna evolución original y, al menos en su momento histórico, liberadora.

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